Actualidad 24 Noticias

Noticias Nacionales & Comunidades Autónomas

CulturaLiteratura

La declaración de amor de Elisabet Benavent a su propio cuerpo que todas deberíamos leer

La escritora Elísabet Benavent, más conocida en las redes como Beta Coqueta, se dio a conocer de forma masiva a través de la saga de libros ‘En los zapatos de Valeria’. Que incluso, fue llevada a la pantalla en una adaptación producida por Netflix, nada más y nada menos. No ha parado de publicar y de vender libros, siempre con ese toque de historias muy ‘millennials’, pero con las que todas podemos empatizar, gracias a su virtuosismo narrativo, su magia para crear relatos y ese estilo lleno de risas y lágrimas a partes iguales. Ahora mismo, se encuentra inmersa de lleno en la promoción de su última novela ‘El arte de engañar al karma’, un escrito donde las mujeres dentro del arte y la belleza dejan de ser musas para ser creadoras.

La declaración de amor de Elisabet Benavent a su propio cuerpo

Sin embargo, en su última publicación de Instagram ha dejado a un lado la promoción del libro para subir un contenido muy personal. Se trata de una foto de ella misma acompañada con un texto que nos ha hecho reflexionar. Unas bonitas palabras que ha dedicado a su propio cuerpo, a su manera de ser y sentir. Un canto al amor propio que tantas veces nos falta en el intento de perseguir la aprobación de los demás. Un recordatorio para no olvidarnos de disfrutar de todo aquello que nos hace únicas, de lo que nos hace sentirnos vivas. En definitiva, un precioso texto que todas deberíamos leer.

Aquí va:

»Cuando tenía dieciséis años quería ser guapa. Quería ser bonita, encajar, gustar, pero a poder ser sin tener que levantar mucho la cabeza, sin levantar los ojos del suelo. Por si acaso. Porque no lo era… o no lo era suficiente. No era como las que sí lo eran. Ahora, con veinte años más, guapa me parece una palabra muy vacía. Algo que no quiere decir nada en sí misma. Sin matices, guapa es solo una palabra de cinco letras.

Yo lo que quiero es tener los ojos muy vivos. Que el fuego que siento que me lame las venas se vea crepitar allí al fondo, a la vista de cualquiera que quiera acercarse lo suficiente. Quiero ser una carcajada sonora, desafinada quizá, poco discreta, porque la risa de verdad no cabe dentro de la palabra protocolo. Que se me note en las comisuras de los labios que ando con la frente alta porque no es que dejara de temer al lobo feroz, es que me puse a aullar yo misma. Y me relamo después de gritarle a la luna, a la noche, a quien quiera taparme la boca. Y me gusta. Quiero que mi cuerpo no me avergüence. Disfrutarlo con gloria retorciéndome entre las sábanas con alguien que respete lo que significa la piel y la saliva. Que lo canse en el esfuerzo de averiguar dónde está mi límite, cuánto más puede darme, qué lejos puede llevarme.

Que la ropa que abraza mi carne prieta no hable por mí, sino de mí; de que me siento cómoda, de que me siento yo, de que me siento sexi, fiera, buena, mía. Que me divierte jugar. Siempre. Escucharme (nerviosa, excitada, herida o profesional) siempre coherente. Capaz de extraer mi discurso del cerebro y de las tripas; que me hable el corazón. Que a quien le guste, le guste aunque no me vea… hasta en una habitación a oscuras. Que me encuentren porque se me oye hasta callada. Que se acuerden de mí y sonrían. Que mi nombre tenga un sentido más allá de mi piel.

Yo, a los dieciséis años, quería ser guapa. Ahora, a los treinta y seis, solo quiero ser».

***
Fuente.: msn.com