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¿Existe la fobia a la Navidad?

La Navidad es época de reencuentro, amor y regocijo. Sin embargo, estas fechas pueden convertirse en una auténtica pesadilla cuando lo único que nos provocan son quebraderos de cabeza.

Todos conocemos a alguien que sufre algo parecido a ataques de ansiedad e histeria cada vez que se aproximan estas fiestas, o la típica persona que odia la Navidad con todas sus fuerzas asemejándose a la popular figura de El Grinch.

Pero por mucho que se bromee, un estudio ha demostrado que 2 de cada 5 españoles sufre fobias a las fiestas de Navidad y Nochevieja.

Según los datos del Coaching Club, centro pionero en terapias grupales y personales, en los últimos dos años ha aumentado un 25% el número de pacientes que acude a especialistas por los trastornos navideños. Estos se basan principalmente en la erupción de un gran cúmulo de sentimientos conflictivos y cargas emocionales que se han ido soportando durante todo el año, como estrés, trastornos alimentarios, problemas económicos o directamente, la familia. La Navidad es la gota que colma el vaso de cientos de personas.

Verónica Rodríguez, directora de Coaching Club explica: “aunque las fiestas navideñas suelen ser positivamente emotivas, puesto que conllevan celebraciones, anhelados encuentros, algarabía y distensión; en ocasiones, este broche de fin de ciclo nos traslada a un inevitable análisis evaluativo del tiempo transcurrido y, como consecuencia, a una cierta inestabilidad emocional en forma de ansiedad, frustración o tristeza motivadas por la insatisfacción personal ante los objetivos incumplidos”.

Los cuatro mandamientos del trastorno navideño

Las fobias son miedos irracionales o desproporcionados que invaden la mente humana y se exteriorizan corporalmente, por lo que tienen un alto componente somático. El mes de diciembre y parte del de enero se convierten así en una prueba de fuego para los que sufren estas perturbaciones.

Entre los síntomas más comunes, destacan cuatro trastornos principales para catalogar la fobia navideña. Estos son: aversión social, estrés y auto-exigencia, tristeza repentina y compras compulsivas.

El primero de ellos, la aversión social, está marcada, sobre todo, por las masivas reuniones familiares, empresariales y sociales que llenan la agenda en pocos días y que dejan descubierto nuestras debilidades, sueños y frustraciones. Por lo tanto, los especialistas recomiendan trabajar la gestión de emociones y autoestima.

«A medida que el fin de año se acerca y hago un balance del mismo, percibo un incremento de la insatisfacción y del estrés al constatar que no solo no he alcanzado las metas que me propuse, sino que tengo la sensación de que nunca consigo mis objetivos», comenta una de las pacientes del centro, acerca de la auto-exigencia que padece. Este estrés puede somatizarse generando sensaciones de ansiedad, negatividad, mal humor, problemas alimenticios y trastornos del sueño.

Cuando los índices de estrés empeoran, estos desembocan en el tercer componente, sucesos de tristeza repentina. Los estados depresivos se maximizan y dan paso a los miedos. Experiencias como un fallecimiento cercano, traumas y discusiones familiares afloran en estos días.

Y por último, el compromiso de regalar a todos y cada uno de nuestros seres queridos. Las Navidades tienen el escenario perfecto para las compras compulsivas: centros comerciales con luces y música, escaparates llamativos y promociones y descuentos como gancho.

La exposición incontrolada a tantas estrategias publicitarias, la auto exigencia excesiva a la hora de establecer objetivos y la baja autoestima cuando estos se frustran pueden producirnos un estrés inigualable y una angustia irreparable al confrontar lo que un ser humano normal puede alcanzar y lo que este sentimiento generalizado de euforia pretende impositivamente que se alcance.

 

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Fuente.: muyinteresante.es